martes, 19 de enero de 2010

Exterminador

Cargó su escopeta con cartuchos rellenos de confeti y salió a cazar payasos.

6 comentarios:

Víctor dijo...

Se merece, este relato, una ovación de circo. Muy bueno, Ikal.

Un saludo.

David Moreno dijo...

Ojalá todas las escopetas y todas las armas del mundo estuvieran cargadas con confeti.

Un saludo indio

DANIEL SÁNCHEZ BONET dijo...

muy bueno.

isabel gonzález dijo...

Anoche parí dos hijos inesperados y gemelos , uno muy grande y otro muy pequeño. Cada uno mamaba de una teta distinta pero al pequeño, al de la teta izquierda, le costaba más y no crecía. Lo perdía constantemente y cada vez que lo encontraba intentaba que se alimentase de su teta, pero mi pezón no conseguía erectar lo suficiente ni encajar en su pequeña boca.
En medio de estas dificultades para tirar adelante a mi cada vez mas diminuto hijo y no perderlo definitivamente ni muerto ni vivo , no salía de mi asombro ante esta maternidad inesperada y tardía. La concepción, un misterio. Los debí engendrar en otro sueño de los que no se recuerdan.

Isabel Mª dijo...

Este año no fui. Yo, que secretamente había asumido cada año el alma y el ritmo de la fiesta. Hubo brillos, comidas en exceso, sonrisas enlatadas, 240 uvas y 80 besos.

Nadie sabía por qué aquel fin de año no había sido, como siempre, memorable, divertido, entrañable y tierno. Por qué no sonaron las canciones de sus vidas que acercaban un rato sus recuerdos y sus cuerpos. Por qué no bastaron el alcohol, la compañia ni fueron suficientes las lentejuelas, el confetti ni las serpentinas.

Yo lo sé - pensé desde la estantería, quieta en esa foto en que me tienen.

Isabel Mª dijo...

Lucía

Tiré, sin que se diera cuenta, del hilo que asomaba de la parte de abajo de su falda. La faldita de lana que yo le regalé. Salí corriendo, riéndome de mi ocurrencia que inocente pretendía, acabar con sus muslos en mis manos. Oía tras de mí sus gritos, que entonces creí, de pudor y de sorpresa. Me detuve y volví corriendo dispuesto a comerme a besos su vergüenza. No estaba. Pensé que se habría ido enfadada . Miré hacia todos lados. Esperé. Llamé a su móvil, que sonó muy cerca .Guiado por el tono lo encontré y, horrorizado, descubrí junto a él sus pendientes, su reloj, su bolso, su cinturón, su camisa, su chaqueta, sus zapatos, sus braguitas y sus medias. Faltaban su falda y ella.

Aún guardo la madeja del hilo de su falda que en vano he intentado tejer miles de veces para ver si me asiste de nuevo ese poder que la deshizo y ella, algún día, por llevarme la contraria,...aparece. Entonces que me explique, por lo que más quiera, por qué llevaba adherida esa falda a su piel, a su cuerpo y a su alma. ¿Tanto me amaba?