martes, 11 de mayo de 2010

Flores

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Se encontraron, como era habitual a esas horas, en el parque, cerca del pequeño lago.
—Tengo un regalo para ti —le indicó él haciendo uso de un lenguaje que a ambos les era bien conocido.
—¡Qué sorpresa! —exclamó ella—. ¿Un regalo? ¿Y a qué se debe?
—Hoy hace tres semanas que te conocí. Sígueme.
Él se movió inquieto, mostrándole el camino. Unos minutos después pasaban por delante de su hogar.
—No, aún no es aquí —dijo, mientras continuaba, agitado, indicándole el camino.
Poco más tarde llegaron al lugar. Él, orgulloso, le mostró su regalo. Una docena de hermosas flores amarillas, rojizas y anaranjadas. Ella, emocionada y nerviosa, se acercó a una y aspiró su aroma.
—Un regalo delicioso —aseguró.
Y entonces, sumergiendo su trompa en lo más profundo de la flor, comenzó a libarla.  Ese era, sin duda, el mejor regalo que le habían hecho nunca.

4 comentarios:

Oriana P. S. dijo...

Un cuentito muy dulce, como la miel.
Me gustó mucho, Javi.
Un beso.

Anónimo dijo...

Eran abejitas! ^^
¿Qué creen que los humanos no más celebran el tiempo que llevan juntos? Nonono.
Saludos (:

Javier López dijo...

Gracias, Oriana, por tu dulzura.
Maryvell así es, que ellos también tienen sus rituales y su corazoncito :)

Zilniya dijo...

Tus microrrelatos son tan dulces como los huevos kinder. ¡Y con sorpresa! :D