jueves, 10 de septiembre de 2009

Aturdido



El reloj de la habitación empezó la cuenta regresiva por cuarta vez. Guillermo abre los ojos, mira al techo que conoce de memoria y, con la resaca de quien sufre una noche trágica, emite un quejido. Copia exacta del de ayer, del de antes de ayer.

Allí está todo igual, nada cambia. El mismo día, la misma tortura, las mismos rostros y brazos que salen de las paredes y tratan de espantarlo todo, de tocarlo todo, de romperlo todo. Paredes de algodón, con sus fantasmas, con sus demonios. Váyanse todos al carajo. No hay forma de salir de ahí, Guillermo está atrapado en un espacio sin puertas ni ventanas. Está totalmente solo con esos seres que lo martirizan, doblándolo, insultándolo, amenazándolo.

Guillermo suda, gime, grita, no puede levantarse. Así pasan las segundos, los minutos, como golpes asesinos en sus sienes. La noche, con su oscuridad, se lo come entero.

El reloj empieza la cuenta regresiva por quinta vez en la clínica de rehabilitación.

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