martes, 9 de febrero de 2010

Máscaras

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¡Carnaval, carnaval!
Al grito todos nos colocamos las máscaras, nadie puede ver la propia, como siempre sucede.
Esta vez, es fácil adivinar el rostro ajeno tras los antifaces, tras los simulacros.
Reímos, captando de inmediato el ridículo que no nos pertenece, ilusionados con la idea de que, en el reparto, el azar nos deparó una suerte más digna. Pero el azar no tiene esas delicadezas, y es muy probable que la nuestra sea la más grotesca.
Alguien pide auxilio, la máscara, impávida en su muerta blancura, la asfixia. Antes de que logre su cometido la arrancamos, dejando inerme el rostro desnudo que, de inmediato, reclama el cobijo de otra.
Algunas se resisten a favorecer ocultamientos, pero al cabo resulta inevitable hallar la que mejor se ajusta a cada uno.
Llega la hora de las palabras. Cada quien las caza, como a oscuras liebres en un bosque aún más oscuro, y se enmascara revelándolas. Curvas y líneas se suceden, diciendo, no diciendo, mostrando, no mostrando.
Punto final. Es el momento de descubrirse.
No es posible partir con ellas, no hay negativa que valga.
Lo intento. Imposible. La máscara se funde a mi rostro verdadero (ya olvidado), lo reemplaza. Deberé ir por el mundo con esta faz que ignoro, y evitar todo espejo que señale su falsedad —o su verdad—, ambas igualmente irremediables.

2 comentarios:

Javier López dijo...

Qué gusto tener una nueva publicación tuya, Olga.
Vaya si se ha animado el blog en los últimos días, con la selecciones de Oriana, Ikal, Rafa, Manuel, nuevos cuentos...
Que no decaiga!!!

Florencia Madeo Facente dijo...

Qué gran verdad! -¡O qué triste mentira!-. Muy bello escrito..
Saludos!